miércoles, 29 de febrero de 2012

Mi nuevo blog destinado a la práctica de cualquier tipo de ejercicio escrito, visual o mínimamente artístico que conduzca en dirección vertical a una altura desde la que, uno al caerse, tenga asegurado el romperse la crisma.


El día hoy se va ordenando solo. Con un sol de fondo que de tanto sentido que le da también se lo quita.

Están los árboles. Y sus hojas secas que caen.

Hojas que ahora se arremolinan en mis pies por culpa de un viento que lo agita todo de fondo.

La hojas levantan el vuelo y quedan suspendidas en el aire.

Gesticulan y sufren espasmos imposibles contorsionándose en un baile sin fin.

No sé si las hojas están muertas o si sólo lo estuvieron cuando cayeron de algún árbol.

Luego el viento se para en seco y lo detiene todo.

Las hojas caen poco a poco y dibujan un movimiento en círculos descendientes perfectos.

Se posan en el suelo con una sentido y dignidad imposible de imaginar en otra cosa que no sean esas hojas.

Y después un silencio que nos viste para luego dejarnos desnudos y después huesos y después tierra mojada o arena seca y basura podrida y dientes caídos y lápices sin punta y desiertos sin luna y cristales rotos y fuego quemado o cenizas o polvo o nada.